¿Sería posible vivir todo un día sin plásticos?

Esta pregunta retórica fue abordada por un periodista estadounidense, que hizo el experimento de prescindir de los plásticos por un día, y escribió una columna en el New York Times. El escrito, con tintes cómicos, concluye lo absurdo que resultaría este propósito. Sin embargo, plantea interesantes reflexiones.

El periodista A. J. Jacobs, que ha escrito libros sobre cómo intentar vivir según las reglas de la Biblia, se hizo el propósito de vivir todo un día sin utilizar ningún elemento plástico. En sus reglas ni siquiera tenía permitido tocar este material.

Antes del día señalado para su experimento, que después documentó en una columna para el periódico The New York Times,consultó diversas fuentes y blogs sobre las alternativas existentes para prescindir totalmente de los plásticos, y dispuso todo para concretar su “Día sin Plástico”.

La narración de su rutina resulta cómica, pero por momentos angustiante, por las dificultades que encuentra para seguir al pie de la letra su cometido. Como él mismo reconoce: “Desde su invención hace más de un siglo, el plástico se ha colado en todos los aspectos de nuestras vidas. Es difícil pasar minutos sin tocar esa sustancia duradera, ligera y tremendamente versátil”.

Los retos más difíciles los encontró en no usar celular ni computadora, que tienen componentes plásticos, así como en las rutinas de cuidado personal. Aunque halló opciones de reemplazo para cepillo de dientes, desodorante, champú y rastrillo, resultaba realmente dificultoso. De igual manera, al ver en detalle las etiquetas de la ropa y los zapatos encontró que todos tenían fibras de plástico, aunque fuera en un porcentaje pequeño.

Asimismo, la cocina y todo lo relacionado con alimentos resultaba particularmente amenazante para los propósitos del experimento. Además de los empaques, también los diferentes utensilios y electrodomésticos contenían plástico.

Inclusive el manejo del dinero resultaba complejo: nada de usar tarjetas de crédito ni billetes (tienen una banda de plástico). Solo podía pagar con monedas que llevaba en una bolsita de algodón. Pero el colmo fue tener que llevar su propia silla de madera para usar el metro, pues todos los asientos están fabricados con plástico.

El periodista concluye: “Hay que reconocer que vivir completamente sin plástico es probablemente una idea absurda. A pesar de sus defectos, el plástico es un ingrediente crucial en equipos médicos, detectores de humo y cascos. El eslogan ‘Los plásticos lo hacen posible’, de la industria del plástico de los años noventa, es cierto”

A la mañana siguiente, luego de concluir el experimento, el periodista despertó aliviado de reencontrarse con su teléfono. Si bien tenía un sentimiento de derrota por las infracciones que cometió, reconoce que llevar al extremo la premisa de no usar plástico puede llegar a ser enloquecedor.

No obstante, el periodista plantea varias reflexiones sobre los desechos y sobre el creciente volumen de plásticos que forman parte de lo que la gente denomina basura. En una conversación con una científica social que estudia lo que motiva a la gente a apoyar causas medioambientales, ella le comentó: “Recuerda que el plástico no es el enemigo. El enemigo es el uso único. Es la cultura de usar algo una vez y tirarlo”, aclaró.

Este tipo de experimentos y publicaciones permiten que el consumidor y la sociedad que han cultivado sensibilidad hacia los temas ambientales, no se tomen a la ligera las afirmaciones de erradicar el plástico de sus vidas o de ver al plástico como el enemigo. No obstante, nos imponen como industria la barra más alta en el reto de alinear nuestros productos, procesos y opciones de fin de vida con un consumidor informado, crítico y exigente. ¡Ahí queda la tarea!

Si pueden, lean el artículo de The New York Times completo… la verdad, es divertido.

pt-mexico.com: MARÍA NATALIA ORTEGA LEYVA